lunes, 2 de marzo de 2009

Él conoce casi todas mis fantasías.

Aquella noche preparó la escena de la forma habitual y me pidió que me vistiera con ropa usada, gastada, nada sexy, nada especial, sino que quería verme con el pelo suelto, una T-shirt (remera, chomba) vieja y un short. Esta vez estaría descalza.

Las muñequeras y las tobilleras fueron ajustadas correctamente y la soga corrió hasta detenerse en las argollas del techo, de donde fui atada con las piernas y brazos abiertos, como en una cruz de San Andrés.

Dos trozos de algodón cubrieron mis ojos antes de que una gruesa venda los tapara por completo. Ajustada fuertemente, la oscuridad fue total. Como cada vez que me priva de la vista, mis oídos hacen el intento de agudizarse más y más, tratando de adivinar sus pisadas, su respiración, sus movimientos. Pero esa noche sería diferente, Él ya me lo había advertido.

Los auriculares con radio FM sonaban con la música de Wagner, y para mi dicha “ La Valkiria ” se hacía sentir. Luego de unos momentos, me quitó la música y me dijo al oído, casi como un susurro: “anita… tal cual lo fantaseaste muchas veces, esta noche no estaremos solos en la escena, otro Amo… o quizás otros Amos, nos acompañarán. Veremos cuántos acuden a la cita.” Y la música volvió a sonar en mis oídos, pero el auricular derecho quedó mal colocado y sentí cómo se abría la puerta y la voz de mi Amo diciendo “buenas noches, adelante por favor”. Luego, el sonido seco de la puerta al cerrarse y la llave que daba dos vueltas en la cerradura.

“Ella es anita, mi sumisa y suya también por esta noche. Claro que uno por vez, ¿verdad?”. Mi cabeza comenzó a trabajar a ritmo vertiginoso, no podía comprender correctamente. ¿No estaríamos solos? ¿Había más Amos en la habitación? “Caramba, me temo que estamos siendo escuchados, pero ya mismo lo corrijo”. Mi mente fue invadida por un solo de violines que no me interesó identificar. El volumen aumentó lo suficiente como para impedir oír cualquier sonido fuera de mi cerebro.

Me sentí observada. No veía, no oía; giré mi cabeza hacia un lado y otro, pero de nada sirvió. Una mano acarició mi cabello y fue descendiendo por mi espalda, deteniéndose en mis nalgas y dando unas suaves palmadas en ellas, mientras eran magreadas deliciosamente. Ese era mi Amo, sí, sin duda que era Él. Conocía sus caricias y sus manos. Seguramente todo esto era una broma de él y estábamos solos. Incliné mi cabeza y sonreí tranquilamente.

Una mano enfundada en un guante de cuero me levantó la barbilla, y dio vuelta mi rostro hacia ambos lados. Luego sostuvo mi cara hacia arriba y recorrió mis senos, apretando los pezones sin piedad. Cuando soltó mi rostro comencé a bajar la cabeza, pero la insistente mano la volvió a subir, empujando hacia atrás varias veces, como queriendo dejar claro que esa era la posición que debía adoptar.

Si era otro Amo quien me daba esa orden, debía obedecer. Con mi Amo hablamos este tema varias veces, yo le contaba mi fantasía de estar con otros Amos estando Él presente, y siempre me decía que debía obedecer todo, sin límites porque los límites los pondría Él. Yo aceptaba lo que él me decía. Bueno, esta era la oportunidad de poner en práctica sus enseñanzas y dejarlo bien como Amo, con una sumisa perfectamente entrenada.

Las manos enfundadas en guantes se apoyaron en mi pecho, y con un movimiento seco partieron en dos la remera, dejando al descubierto los senos apenas tapados por un diminuto sostén. La mano se metió por debajo de la cinta inferior y con otro movimiento el sostén fue arrancado dejando los senos completamente desnudos.

El short de tela elastizada y la bikini no tardaron demasiado tiempo en correr la misma suerte que el resto de la ropa. Allí estaba yo, totalmente desnuda a merced de… ¿dos, tres, cuatro Amos? No lo sabía, y no tenía manera de saberlo.

Los pezones fueron pinzados y casi inmediatamente pude sentir el rebenque de mi Amo, azotando mis nalgas con la misma fuerza de siempre. Luego una fusta azotó mi vagina y clítoris con cuidado, pero no exento de vigor.

Sentí sobre mí manos inimaginables, envueltas en diferentes texturas o desnudas, manos que me tocaron sin miramientos, sin pudores, que hurgaron mis más íntimos recodos, que azotaron mi cuerpo, que me usaron y me hicieron gozar al punto de hacer correr mis jugos por mi entrepierna hasta mojar mis pies.

Hubieron juguetes como un vibrador, plugs, bolas chinas. Tuve caricias y sacudidas, dolor y gozo, intriga de quienes estarían y el reconocimiento de la presencia de mi Amo cuando dudaba que estuviera allí.

Sin quitarme los auriculares, fui soltada de las ataduras y se me permitió recostarme en el suelo, donde se cubrió mi desnudez y allí permanecí descansando por un buen rato.

Una mano me acarició y un cuerpo se sentó a mi lado. Era mi Amo. Reconocí su ropa al tocarlo, y su tibieza al acurrucarme en Él. Sin apuros me fue quitando todo: muñequeras, tobilleras, auriculares y finalmente la venda.

Lentamente fui abriendo los ojos y lo primero que vi fue su dulce sonrisa, mientras me besaba la frente, la nariz, las mejillas y finalmente un disfrutable beso en los labios.

“Espero que mi sumi esté satisfecha”, me dijo.
“Sí mi Señor. ¿Puedo hacer una pregunta?”
“Claro, las que desees”
“¿Cuántos Amos estuvieron esta noche aquí?”
“Todos los que tu mente pudo contar…”

¿Fantasía? ¿Realidad? Dependerá de cada uno, porque de eso se trata el Mind Fuck.

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