miércoles, 21 de abril de 2010

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miércoles, 14 de abril de 2010



Mucho se habla de este tema, y más aún en estos días donde Ricky Martin ha “salido del armario” para aceptar y declarar públicamente su homosexualidad. Es difícil en la vida diaria salir a decir que se es de tal o cual forma sabiendo que la sociedad no admite esos actos, como en el caso del BDSM. Entonces ¿qué hacer? Lo que queda es meterse dentro de ese armario donde están las personas que comparten los mismos gustos.

Hay miles de armarios seguramente, pero en este caso interesa específicamente el del BDSM. Llevo apenas cinco años de haber descubierto que eso que a mí me gusta de toda mi vida es el BDSM, y más de cuatro años practicándolo. En este tiempo he notado con pena las grandes discriminaciones que se hacen con el nombre de BDSM, sobre todo en cuanto a las prácticas. No debería ser así pero… es así. La ventaja es que la gente que practica una u otra disciplina se siente amparada y protegida por sus compañeros. Los que practican varias disciplinas a la vez se identifican con el BDSM en general y no específicamente con la gente del Bondage, del Spanking, el cuero o los fetichistas por nombrar sólo algunas disciplinas.

Pero… ¿qué pasa cuando se discrimina –siempre hablando del BDSM- por algún problema físico o por una enfermedad que es notoria a simple vista? Duele. Duele porque hay que cargar con la enfermedad y enfrentar el mundo a diario, y en un sitio donde se habla de igualdad y tolerancia, donde la persona se mueve supuestamente entre sus pares, también se le discrimina. Por eso el título: se está dentro del armario del BDSM para el mundo exterior y ahora resulta que además, hay que esconderse dentro de otro por padecer una enfermedad que a algún integrante no le gusta o le resulta intolerable.

Aunque eso no es lo peor. Lo peor es que alguien diga que los que se refugian en el BDSM padeciendo esta enfermedad (que no es contagiosa y no afecta la capacidad intelectual) son débiles mentales. ¿Qué criterio está usando para hacer un juicio de valor tan grave? ¿Cómo saber cuáles son las intenciones de cada quien? ¿Esa persona está aquí para refugiarse del mundo exterior o para poder llevar adelante su enfermedad, o para fastidiarle la vida a los que tienen sus mismos gustos? ¿Quién podría juzgar a esa persona y sentenciarlo sin cometer injusticia? ¿Cómo se califica una opinión que intenta dañar y menospreciar la capacidad intelectual de alguien, una opinión ofensiva expresada impunemente, sin ningún tipo de base científica?

El intolerante puede decir que no tiene nada contra la persona ni contra la enfermedad, sino que no está de acuerdo que –según sus ojos- el enfermo se “refugie” dentro del BDSM. ¿Y con qué derecho le impediría la entrada si así fuera? El derecho de ese intolerante será no sesionar con esa persona, no negarle la participación en el BDSM.

Nadie puede obligar a nadie a sesionar con quien no desea o dejaría de ser BDSM. Para eso está el SSC y el RACK, para que lo que prime, entre otras cosas, sea el consenso. Pero no solo tenemos derechos, sino también obligaciones. Y si una persona tiene derecho a sesionar con quien quiere, también tiene la obligación de aceptar que si la otra persona cumple con las bases y reglas del BDSM, tiene el mismo derecho que el resto a estar en una escena y gozar con la o las persona/s que haya/n decidido acompañarla.

Cada uno de nosotros enfrenta los problemas no como quiere sino como puede. Y ¿con qué derecho viene alguien a decir que lo está enfrentando mal? ¿Con qué derecho alguien echa fuera a otro ser humano que, en el acierto o en el error, se refugia bajo el paraguas del BDSM sin dañar a nadie? La persona que comete algún desatino o daña a otro intencionalmente como tantas veces a pasado, ya se encarga la justicia de juzgarlo y la comunidad bedesemera de desterrarlo por sus acciones. Pero no por tener una enfermedad o por ver el BDSM como una tabla de salvación.

Amigos… ¿Cuántos armarios necesita una persona para esconderse de la intolerancia? A mí me alcanza y me pesa sólo con uno, y no voy a permitir que una vez dentro de él alguien pretenda esconderme dentro de otro.

Esta es mi opinión y mi punto de vista. No pretendo ofender a nadie ni entrar en controversias, pero sí defender mis derechos.

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