miércoles, 24 de septiembre de 2008



APRENDER SUMISIÓN

Aprender sumisión es como volver a nacer.
Es un amanecer a la vida donde no cuenta ni se añora el pasado.
Es sentir que las emociones que pujan por salir son amuralladas por la piel, ardiente de pasión y azotes.
Es gritar el aullido silencioso que se agolpa en la garganta.
Es sentir bullir la sangre por las venas como un mar embravecido que baja al fondo de los abismos submarinos y sube como torbellino hacia la superficie.
Es la sensación conciente de dejarse arrastrar, como un velero sin ancla, sabiendo que se

está en manos del mejor capitán.
Es convertirse en lava ardiente, en azucena matutina, en voz que murmura sonidos guturales cuando las palabras se niegan a salir.
Es sentirse libre como un águila, aún estando atada, con los brazos abiertos como alas en pleno vuelo.
Es caer al suelo y aplastar las miserias mientras el alma se eleva.

Es sentir una implosión mientras el rebenque estalla contra la piel desnuda.
Es el revoloteo de mil mariposas que se aprisionan vivas en el estómago y se mueven con colores relucientes.
Es hacer que las estrellas bajen, que el firmamento descienda mientras las profundidades suben y se iluminan con la luz de los luceros.

Aprender sumisión es aceptar un collar para llevarlo con orgullo y respetarlo. O devolverlo.
Es preocuparse por saber, por aprender, por preguntar mil veces lo mismo hasta entenderlo, poniendo a prueba la paciencia del Amo.
Es entender que un contrato sólo debe tener cinco palabras: “Acepto ser la sumisa de…”. El resto sobra.
Es tener la humildad de reconocer el error y pedir perdón.
Es entregarse en libertad, con pasión, con delirio, con ganas, con plena conciencia, con respeto por el Amo y por sí mismo.


Aprender sumisión es estrenar ansias nuevas cada vez, dejar de lado los impulsos y hacer florecer los sentidos con sensaciones nunca vividas.
Es haber estado sorda y comenzar a oír.Es rozar el aire y sentir su tacto por primera vez.

Es descubrir los aromas que degustamos desde siempre.
Es mirar observando lo ya conocido.
Es paladear los sabores probados mil veces sin haberlos disfrutado.

Es gozar la piel sedosa, impregnada de transpiración y jazmines.
Es sentir que cada vez se estrena una nueva experiencia, se empieza un nuevo capítulo, se escribe una hoja en blanco.

Aprender sumisión es multiplicar la belleza y la magia, la bondad y la creatividad.


Aprender sumisión es gozar el dolor, disfrutar la humillación, vibrar con la Dominación, ofrendar la entrega y el abandono, ofrecer confianza y obediencia.
Es estar dispuesta a darlo todo sin pedir nada, esperar sin saber qué.
Es elegir el Amo que sepa ser humilde y entender cuándo la sumisa debe ser orgullosa.
Y que ambos sean sabios para unirse en plenitud.
Es aprender a reconocer esa palabra que se convertirá en el mantra secreto, que le dará tranquilidad al Amo y hará desaparecer la angustia y el recelo de la sumisa.
Es darse cuenta que la Dominación se convertirá en una sed que sólo podrá ser apagada con la presencia del Amo, mientras la sumisa se convierte en fruta jugosa en el interminable desierto de la espera.


Aprender a ser su sumisa Señor, me hace imaginarlo cántaro mientras soy agua que se amolda a sus formas.
Aprender a ser su sumisa es sentirlo como la tempestad que hace doblar el junco hasta que toca el suelo.
Aprender a ser su sumisa es verlo como el relámpago que opaca con su brillantez la tímida luz de la lámpara.



En sus manos serenas y firmes, esta yegua desbocada se torna mansa y serena.
Cuando su voz de trueno lo ordena, soy capaz de escalar a lo más alto o descender a las profundidades del abismo, caminar por las nubes o nadar entre medusas.
Porque a su lado mi Señor, siento mi cuerpo hermoso aunque no lo sea, porque usted lo vuelve hermoso al hacerme vibrar con el roce de su mano sobre mi piel, con la caricia de su aliento en mi cuello, con la humedad de su lengua en mi boca, con la nalgada potente que hace temblar mis posaderas.

Este camino de sumisión a su lado, me hace estremecer una y mil veces, sintiéndome suya, brindándome la oportunidad de conocerme más profundamente, haciéndome traspasar mis propios límites.

Cuando se concentra en mí, en mi sentir, en mi vibrar, en mi goce, percibo su luz, su madurez, su experiencia, sus conocimientos, su calidez… todo eso me hace madurar como maduraría una semilla hasta convertirse en árbol y alcanzar su máximo esplendor. Es entonces cuando llega la mano del Amo para arrancar el fruto y saborearlo, haciendo correr sus jugos tibios y sabrosos.
Aprender a ser su sumisa es darme cuenta que llegué a puerto seguro.

Es reconocer sus huellas e ir tras sus pasos.
Es dejar atrás las costumbres y los prejuicios de toda la vida para ser completamente libre estando atada a usted.
Es recibir las flechas que me fueron disparadas por tomar la decisión de ser su sumisa, por cambiar, por decidir hacer mayor mi entrega.
Es saber que la puerta está abierta y elijo quedarme.
Es estar conciente que me quedo porque le necesito, porque estar a su lado es un milagro


irrepetible, y cada vez que me tiene a su merced… me siento más y más suya.

Podría haber elegido a cualquier otra para ser su sumisa, pero me eligió a mí.
El día que nos conocimos podríamos habernos olvidado uno del otro, pero nos reconocimos y nos unimos con un lazo invisiblemente fuerte.
“Algo” nos unió. Algún astro brilló en el cielo para que nos reconociéramos de inmediato y que algo le dijera que yo podría ser la elegida, que los riesgos de tomar una sumisa no natural quizás valdrían la pena, que era un reto que estaba dispuesto a enfrentar.
Algo me dijo que detrás de esa mirada verde y penetrante, detrás de ese Amo misterioso, de ese ser humano de apariencia fría y lejana, había un hombre sobriamente cariñoso que me haría llegar al subspace. Y hoy, muchos meses después, continúo aprendiendo sumisión. No quiero dejar nunca de aprender.

Mi Señor: en el día de su cumpleaños, esta es la ofrenda de su sumisa que desea seguir tras sus pasos… aprendiendo sumisión.

anitaK[SW]

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