domingo, 27 de abril de 2008

Desde mi punto de vista, que no es el sumiso evidentemente, hay cientos de razones por las cuales una spankee o inclusive una mujer vainilla puede querer ser sumisa. Tiene especial importancia su naturaleza, su necesidad de explorar su sexualidad más allá de convencionalismos y su predisposición a vencer infinidad de tabúes, vergüenzas, temores y un bagaje de conceptos culturales impuestos por la educación familiar y por la Sociedad, por ejemplo, sobre lo que está bien y lo que está mal, lo que es normal y lo que es anormal. Pero atención, lo mismo sucede con los Dominantes, más allá del género.

La mala prensa que se ha gestado en torno al Bdsm, se debe en alguna medida al desconocimiento. Muchas veces escucho o leo a gente opinar sobre lo "tétrico y cruel" que es nuestro "mundo" con total ignorancia de que se trata y sin la menor experiencia en el tema. También se debe a que basan su opinión en relatos, clips, fotos, que amén de ser representaciones ficticias y fantasiosas que no siempre se condicen con la realidad, son en su gran mayoría prácticas irrealizables en el mundo en que vivimos.
Entonces, destaco el valor que se requiere para ingresar en este estilo de vida y animarse a Vivir (con mayúsculas) las fantasías que llevamos dentro. Porque hay que tener mucho valor para depositar la confianza en un Amo/a, hay que tener mucho valor y confianza para delegar el poder en esa persona, hay que tener mucho valor para con responsabilidad desear escalar hacia estadíos de placer no convencionales, hay que tener mucho valor y respeto por nuestro cuerpo y mente para animarse a "sentir" un nivel de entrega tan absoluto. Valor, confianza, responsabilidad, sentimientos y respeto.

Creo que es una respuesta muy sincera de por qué mi sumisa dio este paso.
Sir Williams

sábado, 26 de abril de 2008

Con mi decisión de entrar al mundo del BDSM y de la sumisión tomé de sorpresa a varios de mis amigos spankos. Algunos me dijeron que no entendían mi cambio, preguntaban qué me había pasado, que cómo iba a meterme en “eso”, que el BDSM era una escalera que siempre bajaba, que no había marcha atrás y muchas cosas más.

Confieso que por más de un momento me sentí atacada por el nuevo rumbo que había tomado en mi vida. La mayoría no entendió mi postura, alguno me hizo a un lado, otros entendían que era mi decisión pero no aceptaban que lo hiciera, unos pocos me felicitaron y hasta hubo un buen y querido amigo de ambos que se rió porque dice que somos “el día y la noche”.

El convertirme en sumisa de Sir Williams trajo a mi vida muchos cambios y no todos fueron buenos o agradables. Más de una vez me pregunté si valía la pena el esfuerzo y las situaciones por las que tenía que pasar, y la respuesta siempre fue: ¡sí, vale la pena!

Lo que no termino de comprender es el temor que tienenl los spankos con respecto al BDSM en general. O sí lo comprendo, porque yo lo veía igual. Pero todo ese temor es debido a la desinformación, es miedo a lo desconocido. Admito que yo también veía este mundo como un tenebroso castillo lleno de dolor, sufrimiento, tortura, oscuridad y maldad. Ahora que estoy dentro de él lo veo de otra forma, lo veo como realmente es. ¿Cómo es? Como mi Amo y yo queremos que sea, y como cada pareja decide construírlo.

Esta introducción es porque en un grupo de Spanking (nalgadas y azotes) un miembro (reservo su nombre porque no tengo su permiso para utilizarlo) me hizo una pregunta que me conmovió y me hizo rever y pensar en los motivos que me llevan a ser sumisa. Y quiero compartirlos con ustedes, con los lectores y amigos de este blog. Gracias por su paciencia para leerme…


Querida Ana:

Respeto enormemente tu decisión de recorrer un nuevo camino en tus experiencias, pero no comprendo cuál es el motivo en el interior de tu espíritu y alma para desear un estado de sumisión y esclavitud.. . con todo lo que ello conlleva. Atte: miembro de nalgadas y azotes


Estimado amigo,

No sé si voy a poder contestar de una forma clara, pero haré el intento. La pregunta es difícil porque hay muchas emociones y sentimientos que no siempre son fáciles de explicar.

Creo que en este mundo del BDSM como también en otras áreas, nuestra visión será de acuerdo a la experiencia que obtengamos, y que la experiencia sea buena o mala también depende de la compañía que escojamos para recorrer el camino, sea el que sea.

Sólo puedo hablar de mi caso, de mi experiencia y de mi Amo. Adoro ser spankee, pero he descubierto que el ser sumisa me llena más. Cuando estoy con mi Amo, me siento una mujer completa, feliz. Pero no quiero decir con esto que antes de estar con Sir Williams no lo fuera, sino que esta relación me complementa. Es como la mano: está completa, tiene su palma, los cinco dedos, todos los movimientos, toma y suelta cosas… pero junto a la otra mano puede llegar a hacer cosas que sola no podría. ¿Me explico? Como dice Mario Benedetti: "...por la calle y codo a codo, somos mucho más que dos".

En el interior de mi alma y de mi espíritu deseo la sumisión porque con ella llego a estados de éxtasis que no he llegado jamás con el spanking. Podrías preguntarme qué es lo que me lleva a ese estado, y yo te respondería que no es una sola cosa, sino la conjunción de varias. No es el dolor, porque no siento más dolor que el que podría sentir con una azotaína, pero es la forma en que el Amo consigue un ambiente determinado, sus palabras, sus gestos, el ejercicio del poder, la seducción de lo desconocido, la sorpresa de lo inesperado. Y unido a todo eso viene la confianza y el abandono de mi persona en él, la entrega mutua porque el Amo también se entrega a su sumisa y a lo que está haciendo.

Así como en una sesión de spanking, aquí también hay acuerdos previos. Quizás estos acuerdos sean más amplios y extensos porque también lo son las disciplinas por las que se camina. Pero en libertad, siempre basado en que sea SSC (sano, sensato, consensuado), con respeto mutuo, pensando en el placer del otro y no sólo en el propio. ¿Por qué? Porque yo también siento placer cuando sé que el otro goza con esta o aquella situación que le estoy proporcionando.

Muy dentro de mí, deseo y gozo la sumisión como un estado de libertad. Hago lo que mi Amo me indica porque así decidí hacerlo, porque nos hace felices a ambos, teniendo presente que nadie me obliga a nada. En lo más profundo de mi ser sé que nada malo me sucederá porque mi Amo me está protegiendo, cuidando y amando como la joyita que soy para él. Yo me entrego a él con amor, confianza y responsabilidad. Porque yo también soy responsable de mi propia seguridad, y debo dejarle saber siempre cómo me siento tanto física como emocionalmente.

Así que, querido amigo, deseo la sumisión porque mi Amo logra conducirme a un estado especial, logra envolverme en una nebulosa donde no existen las dimensiones, donde no hay tiempo ni espacio, solo sensaciones y emociones, como verás, bastante difíciles de explicar.

Con todo afecto y esperando haber contestado tu pregunta,

anitaK[SW]

lunes, 21 de abril de 2008

Dice Wikipedia que un Rebenque es un trozo de cuero vacuno utilizado como látigo por los gauchos de America del sur. Es utilizado por los practicantes del spanking como utensilio para las practicas spanko.

En ocasiones, en el norte de la Argentina, también se denomina así a los trozos de materia fecal humana desecados al sol, con el fin de crear un elemento contundente y arrojadizo, con el fin de lesionar física y emocionalmente a los contrincantes en batallas por honor, o por simple malicia.

En Canarias en la isla de La Palma se usa el término rebenque para llamar a las personas toscas y tontas.

En cambio, la Real Academia de la Lengua dice que:

rebenque.
(Del fr. raban, cabo que afirma la vela a la verga).

1. m. Látigo de cuero o cáñamo embreado, con el cual se castigaba a los galeotes.
2. m. Mar. Cuerda o cabo cortos.
3. m. Am. Mer. Látigo recio de jinete.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

Esa sería la definición “oficial”, y como todo lo oficial sabe a frío y a poco. Quiero contarles más, quiero contarles desde la visión no oficial de alguien que ama a su país y sus tradiciones.

Para empezar les diría que el gaucho, como dijera Fernán Silva Valdés “Nació de la juntura de dos razas (indios y españoles) como en el tajo de dos piedras nacen los talas”. Este personaje aparece a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. Fue muy importante en la lucha por la independencia. Nació libre, independiente, simple… no tenía casa y dormía donde lo agarraba la noche. O armaba una tapera con adobe y barro, queriendo imitar al hornero (pájaro autóctono que hace su nido en forma de horno). Era hombre “de a caballo”, se reunía con sus amigos en las pulperías donde tomaban, jugaban a “las tabas”, o a las cartas y en más de una ocasión sacaba su facón para defender su honor, el de su familia o el de su “prienda o china” (mujer del gaucho).

Su vestimenta era una camisa, bombacha, chiripá, poncho, sombrero, pañoleta al cuello, botas de potro, y se engalanaba con una riestra (cinturón adornado con monedas y cadenas), un facón (cuchillo con filo de ambos lados) y el rebenque.

El rebenque fue “pilcha” (prenda), útil de trabajo y también arma, ya que enarbolado en su mano derecha o colgado de la muñeca era como una extensión de su propia extremidad. Fue y es inseparable de la figura de nuestro hombre de campo, ya fueran changadores, gauderios, gauchos o el paisano actual.
Hay varios tipos de rebenques, unos son variantes de otros: “cola de tatú”, guacha, lagarto, de argolla, talero...

Pero en general el rebenque común consta de tres partes: mango, manija y lonja. Si es rebenque de argolla, se le agrega esta y pasa a tener cuatro partes, a saber:

*El mango: que puede tener cabeza, pomo o argolla en la parte superior. Suele medir entre 15 y 35 centímetros, y con un diámetro entre 3 y 4 centímetros. Generalmente es de madera dura, también puede ser de hierro y el verdadero rebenque es el que está fabricado con el pene del toro secado y curtido. Sea cual fuere el material del mango, va recubierto con un trenzado o esterillado de diferentes materiales: cuero, soga, tientos finos de potrillo con pasadores del mismo material.

*La argolla: Está en la parte superior del mango al que atraviesa en forma diametral. La argolla puede medir unos 6 centímetros de diámetro y suele estar hecha de hierro o bronce generalmente, pero en los rebenques de lujo se hacen de metal blanco o plata.
*La manija: De la argolla se suspende una pulsera enteriza de cuero crudo, liso o de tientos trenzados. La manija sirve para colgar el rebenque de la muñeca.

*La azotera o lonja: es el cuero con el que se castiga.

El rebenque “Cola de Tatú” es una variante del rebenque de argolla, y se hace todo en gruesos tientos de sección cuadrada, en un trenzado especial llamado caracol, cuyo mango se prolonga en una azotera también trenzada, en redondo, con una azoterita, en su extremo.

El rebenque llamado “guacha”, que lo puede haber en diferentes dimensiones, es uno que me gusta mucho personalmente, porque (y esto es invento mío) lo veo como la hija del rebenque común y la fusta. Tiene las características del rebenque común, pero el cuerpo es flexible, se extiende y la lonja es doble y pequeña, como cuando uno dobla el cinto. ¡Una maravilla!

Normalmente el cuerpo va revestido de cuero o esterillados de tientos, otras veces con virolas y en casos de lujo, pueden llevar mallas de oro y plata y hasta las iniciales del dueño, pero ya estaríamos hablando del rebenque de “exhibición” o para “paquetear”, o sea, el que no es de uso diario. El rebenque común que usa el gaucho todos los días, es el que tiene para salir al campo, y el otros es el que utilizaría para una “cabalgata criolla” o una fiesta tan tradicional como son las “domas” de potros salvajes, donde se visten las mejores galas.

Dice Claudio Pérez hablando de las domas: "Fiesta de tradición, culto a la raza indomable, valiente, heroica y buena donde en cita de honor la paisanada viene a lucir su varonil destreza. Fiesta de tradición donde el rebenque cuelga como badajo en la muñeca y enardecido se alza y se estremece cuando siente llorar las nazarenas."

El rebenque es un instrumento que llama la atención del turista. Cuando un extranjero entra a una casa de cueros o mejor aún, a una talabartería, cosa casi segura cuando visita alguna orilla del Río de la Plata, se sentirá atraído por muchos de los artículos que allí se exhiben. Si ese turista es spanko, Amo, Señor, Dominante… no saldrá de allí sin un rebenque y seguramente sentirá asombro por ver algo así a la venta y a los ojos de todos los vainillas. Claro que un vainilla le daría otro uso, como colgarlo en algún rincón de su casa de campo junto a las boleadoras, o siendo turista le guardaría algún rincón del alguna pared para exhibirlo a sus amistades..

Por supuesto que los argentinos dirán que el rebenque es argentino, como Gardel, el tango, el dulce de leche o los alfajores. Pero todos sabemos que es de ambas márgenes del Plata. Y quizás de un poco más allá también. Podríamos decir que es el strap del gaucho, pero eso suena a tomar “the five o’clock tea” con pan con grasa o tomar mate con masitas inglesas, ¿verdad?

Si hablamos de instrumentos, el rebenque es lo más parecido al cinto, pero con un aspecto muchísimo más intimidante y mucho más intenso en el golpe debido, obviamente al mango rígido que permite aplicar más fuerza.

Pero para mí, ningún instrumento será comparable a la mano. Y ninguna mano será comparable a de mi Señor.

De su mano probé el rebenque y se ha convertido en el segundo instrumento en mis gustos, desplazando al cinto que había ocupado hasta ahora el segundo lugar en mis preferencias.

Cuando mi Amo empuña su rebenque, realmente lo utiliza como una extensión de su mano. Ha logrado tener un muy buen dominio de él, direccionándolo hacia el lugar exacto donde quiere que caiga. El azote del rebenque se podría comparar con el del cinto, pero al mismo tiempo no tiene nada que ver. La práctica del azote con este instrumento lleva a que quien lo usa logre darle la intensidad adecuada para que duela, arda y pique sin dejar marcas duraderas. Logra también que se vea la huella del rebencazo, cosa que es muy... estimulante visualmente.

Admito que es un instrumento intimidante al principio, sobre todo para los habitantes del cono sur de América, que lo conocemos a través de los gauchos. Pero en mi caso particular, debo decirles que es maravilloso sentir el contacto de la lonja con mi piel, ya sea durante el golpe o mientras me acaricia la espalda y las nalgas, presagiando de forma intimidante el castigo que se aproxima. Los azotes del rebenque se diferencian a otros instumentos de cuero (cinto, tawse, paddle por ejemplo) en que a pesar de pegar con un extremo, no deja marca ni lastima como por ejemplo si se castiga con la punta de un cinto. Esto, por supuesto, también depende de la destreza, habilidad y práctica de quien lo utiliza. Les sugiero que lo prueben: Dominantes y sumisos habrán descubierto algo diferente y excitante.

Pero permítanme que comparta con ustedes lo que dice mi Amo, Sir Williams, de su instrumento favorito:

Yo creo que uno elige un instrumento determinado por la suma de las siguientes razones: porque lo identifica, se siente cómodo y forma parte de su YO Spanko, pero sobre todo porque tiene alguna simbología que lo excita y erotiza.

Es díficil de explicar, pero al rebenque lo asocio a la "doma", a vencer la rebeldía natural de la sumisa; es como un objeto fálico de poder, pero sin serlo. Además es el que me resulta más
cómodo, direccionable y manejable, es realmente como si fuera parte de mi brazo, y eso me permite abstraerme de si cae o no donde yo quiero y ocupar mis sentidos en el disfrute de mi sumisa y el placer que me entrega.

Y este es uno de sus rebenques. Es hermoso ¿verdad?

Ojalá que con esto haya podido ampliar en algo la idea que tenían algunos del rebenque, y que se animen de alguna forma a comprar uno y utilizarlo con su compañer@.

Agradezco a mi Amo por haberme hecho conocer un instrumento tan maravilloso.

domingo, 13 de abril de 2008

autora: anitaK[SW]

Dicen que el Maestro llega cuando el alumno está preparado. Como ya expliqué en el post anterior, siempre tuve reprimida a la sumisa, pero había llegado la hora de liberarla. Aquella noche Sir Williams me colocaría el collar de consideración y comenzaría mi camino como sumisa.

Las indicaciones que me dio eran básicas y de fácil comprensión: vestido negro, ropa interior negra y unos juguetes que yo tenía. Durante la cena no me fue fácil sostener su mirada, sus ojos verdes pretendían hipnotizarme, lo que me obligaba a bajar la vista para recuperar fuerzas y poder enfrentarlo nuevamente.

Camino al hotel me preguntó si tenía una hoja de papel, algo donde se pudiera escribir. Pensé que querría hacer alguna anotación personal así que le ofrecí lo único que tenía: una boleta de compra con la parte de atrás en blanco. Estaba levemente arrugada y mal doblada, pero no le dio importancia a esos detalles.

Al entrar en la habitación me indicó que fuera al baño, me quitara las bragas, me colocara el plug que yo misma había llevado y esperara a ser llamada. Era la primera orden que recibía y no pensaba discutirla. No le estaba hablando a la spankee (que hubiese protestado sin pensarlo), sino que la orden era para la sumisa que yo pretendía ser. Obedecí al pie de la letra. Al colocarme el plug y estar sin ropa interior sentí un poco de temor de que se me cayera, pero eso no era lo peor, sino que estaba logrando lo que yo suponía: humillarme. Era una orden tan humillante como excitante.

Mi cabeza era una maraña de emociones encontradas. Sentía confusión, miedo a lo desconocido, intriga, algo de sometimiento y una pizca de dominación. Todo eso mezclado en un brebaje que yo tomaba a grandes sorbos. Me sentaba y me paraba por miedo a que se me saliera el plug; esperaba y pensaba mientras trataba de descifrar los ruidos que provenían de la habitación...

Las preguntas se agolpaban en mi mente y chocaban unas con otras… ¿Qué es una sumisa? ¿Cuál es la diferencia con la spankee? ¿Estaba segura de este paso? ¿Qué me esperaría de ahora en más? ¿Estaría haciendo lo correcto? ¿Sería el mundo de la sumisión y del BDSM lo que siempre había pensado, o sería cómo me lo describía Sir Williams?

Y Sir Williams… ¿Sería un Amo perverso? ¿Sería el mundo del BDSM tan terrible como lo imaginamos los spankos? Cada segundo presentaba nuevas dudas, cada momento era una encrucijada entre quedarme parada con los ojos vendados en del nuevo camino o aceptar que él me dirigiera, entregarme y confiar.

Además, era demasiado tarde para huir, mis piernas no me responderían, pero… ¿quería huir realmente? No, por supuesto que no. Tal vez mi cuerpo deseara correr, pero mi mente y mi espíritu sólo deseaban entregarse.

La puerta chocó con mi cuerpo al intentar abrirse. El que sería mi Amo notó mi turbación y me preguntó cómo me sentía. ¡Ja, linda pregunta! Como si fuese fácil explicar aquel torrente de ideas y emociones. Así que tomé el camino corto y le contesté: “bien”.

-¿Tenés puesto el plug?
-Sí Señor
-Bien... más vale que no se te caiga –me dijo con una mirada dura pero dulce a la vez, mientras estiraba su mano para guiarme fuera de ese recinto.

Sus manos estaban cálidas y al estar en contacto con él me calmé. Me invitó a salir y recordé “las puertas del Sr. Pérez” de Carlos Trillo y Horacio Altuna (gracias Señor Modesto!), donde al abrir la puerta del baño se introduce en sus sueños y fantasías. Y aquí iba yo a hacer realidad mis sueños mas ocultos... tras los pasos de mi Amo por primera vez.

La habitación estaba en penumbras, pero la cantidad de velas estratégicamente dispuestas en diferentes puntos, le daban calidez y romanticismo al ambiente. Todo eso me cautivó… ¿Era esta la terrible mazmorra del Castillo del BDSM?

Me llevó hasta el borde de la cama y empujó mis hombros hacia abajo. ¿Quería que me arrodillara? Lo miré fijo a los ojos y me dijo: “arrodillate”. Lo hice. Me hizo recoger el pelo y me colocó el collar que desde ese momento estaría en mi poder, bajo mi custodia, por lo que debería cuidarlo y honrarlo. Ese sencillo acto fue una delicia de sensaciones, pero lo que más quiero destacar es el sentimiento de pertenencia.

Rocé el collar con la yema de mis dedos. Era simple y elegante, con una argolla en el medio que unía las dos tiras de cuero, remachadas por con dos tachas del mismo color que la argolla. Eso era el exterior, lo que se veía. Pero... ¿qué sentía yo interiormente? ¿Que amaba a mi Amo? No, no todavía. ¿Que le pertenecía? Sí, más que antes. ¿Que era suya en cuerpo y alma? ¡Ja! Ni en sueños. Entonces... ¿porqué me sentía diferente, especial, feliz, etérea, cuidada, mimada, dominada y... sí, sometida a pesar de que él no había hecho absolutamente nada aún, “sólo” colocarme el collar?

Desde el momento en que me propuso ser su sumisa, había estado leyendo bastante sobre los collares: tipos, significados, etapas, contratos... Ese era mi collar de “consideración”. Comenzaba la primera etapa donde mi Amo vería mis aptitudes y actitudes para considerar si yo reunía las condiciones para ser su sumisa o no, y considerar yo si esto era lo que yo deseaba y si era Sir Williams quien seria mi Amo .

Separando el dormitorio del resto de la habitación, había un pequeño muro sobre el que descansaba un escaparate de vidrio. Mi Amo me llevó hasta ahí y me señaló un papel y un lápiz. Reconocí inmediatamente el papel: era la boleta que había encontrado en mi bolso.

-Quiero que escribas el contrato. Será un contrato sólo por esta noche.

Lo quedé mirando... ¿Redactar yo un contrato de sumisión?

-Pero Señor... yo no sé cómo hacer eso.
-Simplemente escribí tu nombre, tus límites, decí que el contrato es por el día de hoy y agregá todo lo que desees...

Sin saber mucho qué hacer, tomé lápiz y papel y lo apoyé sobre el mueble de vidrio, que me quedaba a una altura perfecta.

-¡No! ahí no... -Su voz resonó como un trueno en el silencio de la habitación- ¡Acá! –dijo arrancando el papel de mis manos y poniendolo sobre el muro. Su actitud dominante me fascinó.

-Pero me queda muy abajo, me tengo que agachar mucho –repliqué yo inocentemente. Sonrió, y sin apartar sus ojos de mí me dijo: “Esa es la idea”.

No hizo falta que agregara nada más. Comprendí inmediatamente que en esa pose me quería. En silencio comprendí que aquella era, aunque muy leve, mi segunda humillación. En una pose incómoda, agachada, con la cabeza baja, estaba escribiendo en pocas palabras mi entrada en la sumisión. Hoy leo el contrato y me parece muy tonto, porque lo es, pero también es una joyita porque su sola vista me trae gratos recuerdos.

Una vez con el contrato en la mano, lo miró y me miró. Su cara dibujó una sonrisa que aún hoy me pregunto si fue de sorna, de burla, de simpatía o… no sé.

No quiero entrar en detalles íntimos, pero sí quiero destacar que el bondage que me hizo, a pesar de no ser demasiado complicado, me gustó y me excitó muchísimo. Pero también hizo que me sintiera torpe y humillada una vez más. Nunca había sido atada de esa forma y mis quejas llegaron a sus oídos. No podía ver sus ojos pero los imaginé echando chispas cuando me dijo con voz dura y potente:

-¿Te estás quejando?

No. No podía admitir que me quejaba. Pero en su sabiduría y experiencia supo cómo aliviar aquella incomodidad. Momentáneamente claro, porque estaba a punto de llegar… mi primera prueba de spanking en el BDSM.

El rebenque fue demasiado para mí. Admito que hubo una micra de segundo que estuve a punto de gritar porque el dolor fue mucho, pero el placer lo superó. El estado emocional era muy fuerte, la mezcla de sensaciones, emociones y vivencias hizo que por primera vez lograra llorar.

Mi Amo no lo sabe pero… confieso que le robé cada uno de esos azotes, me quedé con ellos y pienso no regresárselos nunca más. Son míos, me pertenecen y están guardados bajo llave en mi memoria y en mi corazón…

Recuerdo las velas, la cera cayendo y dándome la sensación de que me perforaba la carne y la piel, roja por los azotes y sensible por tantas emociones. Pero entonces llegaba su mano fresca, sus dedos rozándome y sus uñas raspándome. Sólo por eso, por sus mágicas caricias, valió la pena sentir el calor de la cera.

La posición en que me encontraba me quitaba la visión de su persona, y eso hacía que mi oído, mi tacto y mi olfato se agudizaran más.

Su voz con diferentes tonos, convertida en trueno o en susurro envolvente me convierte en su cautiva toda aquella dulce noche. Sus ojos, su verde mirada se me hizo irresistible al punto de no poder sostenerla. Y su aroma, el olor a “él”, me embriagó como el más exquisito perfume…

Esa noche hubo un poquito de todo: bondage, humillación, spanking, cera y alguna cosa más. Pero además de todo eso, lo importante fueron las emociones vividas, los sentimientos que quedaron grabados en mi mente, y los recuerdos que guardo en mi corazón.


El collar de consideración cambiará en estos días por el de entrenamiento. Ese será otro momento, otro contrato, otros sentimientos y otras emociones, pero... con el mismo Amo, caminando juntos hacia mi completa sumisión.

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