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jueves, 25 de agosto de 2016

EL CORSÉ


Me lo entregó en la primera escena, junto con el collar de consideración. Y así como la cinta penetraba los agujeros del corsé, su esencia de Dominante penetraba en mi vida. Y avanzaba. Un agujero y cruzar al siguiente. Un día, cruzar al otro. Una escena, y cruzar un nuevo límite. Ajustaba la cinta. Apretaba un poco más. Me llevaba al borde del abismo para enfrentarme a mi propia entrega, pero yo sabía que no me dejaría caer. Su mano tensaba el corsé. Su inteligencia tensaba la escena hasta la voluptuosidad más extrema. Su Dominación me guiaba y me sentía segura a su lado.

Hasta que aquella noche me dijeron que se había marchado. En un segundo eterno, se había ido. Y lloré su partida. Y sigo llorando su ausencia, aunque siempre esté presente.

“Si algún día me pasa algo, olvidate de mí y seguí con tu vida”. ¿Cuántas veces me lo dijo? Muchas. Más de las que hubiese querido oír.


Hoy miro el corsé y me doy cuenta que dejó la cinta sin atar. Quizás haya llegado el momento de hacer un nudo, armar un moño y seguir adelante, con sus enseñanzas en mi mente y su imagen en mi corazón.